sábado, 25 de diciembre de 2010

Capítulo 23


Empezaba a entender de qué se iba a tratarse aquel ataque.
Arrugó aquel papel, maldiciéndola. Nadie jamás lo había desafiado. Y ella no iba a encabezar la lista. Ni Amelia, ni nadie.

*
“Me siento terriblemente bien. Sí, terriblemente. Me alegro de hacer el mal. Nunca había experimentado la sensación se satisfacerte de la desgracia de los demás. Lo he tenido claro desde un principio, sé que lo que estoy haciendo ahora tendrá una justificación. No debería preocuparme demasiado por ello, no. Además, hago el mal para destruir otro, mucho peor que el mío. Mis pasos son firmes, totalmente seguros de la decisión hecha. Nadie cambiará mi rumbo. Esta es y será unas de las metas que estoy decidida a cumplir. Dicho queda.”

No había sido una entrada demasiada extensa. Pero lo había dicho todo en breves palabras. ¿Para qué más?
Ya había anochecido, su tía fue a por Victoria, después del breve paseo para hacer tiempo de que se desalojase la casa. Pasó a limpio unos apuntes y repaso un poco lo dado en ese día. Ahora ya no tenía nada para hacer.
Un abrumador sonido a motor proveniente de la calle interrumpió el silencio de su habitación, al dar ventana directamente a la calle.
Sabía de quien se trataba, aquel sonido le era familiar. Su corazón le propinó un astillazo, fuerte y preciso.
Odiaba esa sensación de inferioridad e infelicidad. Alexander estaba dándose el lote a dos pisos más debajo de su altura con su hermana. El mal que creó dentro de ella misma, estaba creciendo por instantes.
Aquellos momentos gloriosos de Eva iban a terminar, a una rapidez vertiginosa.
*
-          ¿Mañana a la misma hora? –decía la imagen coqueta de Eva.
-          No lo sé, ya te llamaré –decía él mientras le acariciaba su suave y cuidado cabello.
-          Pero llámame. Espero que no sea una de las típicas escusas que soléis poner los chicos, me enfadan un motón –poniendo morritos.

Alexander mostró una tímida sonrisa, nada típica de ver en su rostro. El era uno de esos chicos que ponía esa escusa.

-          Sabes que te llamaré.
-          Te quiero –dijo Eva imprevistamente.
-          ¿Qué? –dijo totalmente atónito.

Eva lo miró directamente a los ojos, con una gran sinceridad en ellos. Difícilmente podías dudar que lo que había dicho fuese falso.

-          Lo que escuchaste, que te quiero. ¿Tú, no?

Alexander se quedó mudo. Ni una sola vocal surgía de lo más adentro de su garganta. 

-          Yo también –fue lo único capaz de decir.
-          ¿Tú también qué? –quería escucharlo de él, directamente palabra por palabra.
-          Te… -hizo una pequeña pausa no muy seguro de pronunciar lo que debía decir- tú ya lo sabes. No hace falta decirlo. Se demuestra.
-          ¡Se demuestra mencionándolo! –y bruscamente apartó la mano que aún seguía acariciando su pelo.

Alexander se metió la mano rechazada en el bolsillo e hizo igual con la otra. No entendía aquel cambio de actitud repulsiva. Vio que la situación cambió totalmente de perspectiva. 

-          Sabes que no puedo decir tales palabras.
-          ¿Por qué? ¿No sientes nada por mí?
-          Yo no tengo sentimientos.
-          Imposible. Todos sentimos.
-          Esa parte de mi, hace mucho tiempo que murió.

*
Daba pequeños golpes con el bolígrafo en la mesa, produciendo un sonido molesto. No podía concentrarse a resolver esa integral, era totalmente imposible de encontrarle la lógica.

-          ¿Qué te pasa? ¿No lo entiendes? –decía Alicia intentando ayudar a Elena.
-          La que no entiendo es a Amelia.
-          ¿Qué paso?

Elena dejó a un lado el libro de matemáticas, puso los dos sobre la cabeza y se pasó una mano por su melena rubia. Se frotó los ojos para despejarse durante solo un momento.

-          Esta mañana me ha dicho algo muy extraño. Le pasa algo, y no me lo quiere decir. Se supone que soy su mejor amiga, nos lo contamos todo.
-          Habrá un buen motivo suficiente para que no te lo haya contado. Déjale tiempo. Ya sabes cómo es Amelia, muy… reservada.
-          Pero conmigo no. 

Alicia se quedó pensativa. Sabía que le tenía que recordar algo de suma importancia, relacionado con Amelia. Pero no lograba acordarse.

-          ¡Ah! –dijo al venirle a la cabeza lo que no recordaba- ¿No tenía que conseguir el número de Alexander y llamarle?
-          ¡Voy a llamarla! –dijo y fue de estampida a coger su móvil.
         
 
*
Odiaba los sonidos inoportunos. Estuvo muy cerca de dejar sonar el móvil hasta que le saltase el buzón de voz. Estaba muy concentrada en lograr apreciar de qué discutían la pareja infeliz. Desde allí arriba solo se podría apreciar como un bajo murmullo identificable.
Bufó de forma exagerada de que en breves iba a tener una conversación con Elena. Debería sentirse bien, obviamente, pero las cosas habían cambiado... y para mal.
Y todo por culpa de Alexander.

-          Dime –dijo de una forma impasible.
-          ¿Has logrado hablar con Alexander? –dijo de la forma más directa que supo decir.
-          ¿Por qué?
-          Amelia… el plan de Aroa ¿lo recuerdas?

No, no tenía la mente precisamente en esa conversación. Maldita será ¿por qué no podía tener un odio que abarcara para escuchar todo lo que no lograba escuchar? Estaba inmensamente intrigada, se moría por saber las negaciones con la cabeza, los gestos de rabia y los rechazos de contacto.

-          Ah… sí. Es decir,  no.
-          ¿Nos aclaramos?
-          Si recuerdo el plan y no, no lo he llevado a cabo. Mi hermana, por lo común, está el día enganchada a él. Igualmente, esta tarde vino el a mi casa, no hizo falta ni buscarlo.
-          ¿Qué me dices? ¡No puede ser! –decía derrochando emoción.
-          Vivo con su novia, creo que deberé a acostumbrarme a sus visitas.
-          ¿Habéis hablando? ¿De qué? ¡Cuéntamelo todo! Por Dios.
-           
*
-          Anda ya, Alexander. Solo te cuesta abrirte a los demás, nunca has sentido nada a lo que yo he creado en ti. Y te hace dudar, es una situación nueva, a todos nos pasa.
-          No lo veo así, Eva.
-          ¿Y por qué no me cuentas algo de ti para poder comprenderte? ¿Para conocerte? A veces me eres difícil de leerte.
-          No son las cosas tan fáciles como tú crees, bienvenida a mi mundo.
-          Si tan solo me dejaras ser parte de él…
-          Lo eres. Demasiado.

*
-          Plan fallido… tienes que insistir más.
-          No Elena, se va a hartar de mi, si es que no lo está ya –mintió Amelia.

Para nada tenía pensar abandonar, debía de alejar lo más posible de aquella situación a Elena y a quién verdaderamente le importaba

-          También, además, a ti nunca te ha importado lo que la gente piense y deje de pensar de ti.

Gran verdad. Sí, en el pasado. 

-          Aunque lo intentaré de nuevo… si vuelve a pisar mi casa. Yo no lo iré a buscar. Tengo otras cosas mejor que hacer.
-          ¡Ves! Lo sabía, te importa. ¿Por qué? Solo se trata de una mentira que solo a ti te debe de preocupar si es verdad o no. A punto que si se tratase alguien que no fuese Alexander, te daría igual. Como estos 17 años pasados.
-          Lo quieres escuchar, verdad ¿es eso, no? Vale, tú ganas. Sí, me preocupo de la imagen que tiene en estos momentos Alexander sobre mí. Me importa, de tal punto que me quita el sueño por las noches. ¿Contenta?

1 comentario:

  1. me encanta la historia! :) te sigo!:) si quieres, puedes pasarte por mi blog: inthemiddleofthebrightside.blogspot.com espero que te guste<! :) un beeso muy grande!

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