sábado, 25 de diciembre de 2010

Capítulo 22


-          Quiero que tú me respondas.
-          Pero es que ya lo sabes.
-          ¿El qué? ¿Qué fue el momento más alucinante de tu vida?  ¿Qué me hubieras besado? ¿Qué sentiste un inexplicable sentimiento al notar mi contacto con tu piel? 
-          ¿Qué dices? ¡No, no, no! –pero no pudo evitar tragar saliva al notar la boca tan seca de puro nervio.

Miró hacia abajo, el parquet del suelo, perfectamente brillante. Puso como barrera a Victoria, la testigo de la escena.

-          Mientes fatal ¿Alguien te lo había dicho? –decía con cierto tono pícaro.

Ya oía los sonados tacones de Eva avanzar hacía las escaleras. Amelia trató de zanjar el tema lo máximamente pronto posible.

-          No había recurrido antes a ella. Siento ser una inexperta. 

Amelia supuso de que Alexander sería lo más inteligente posible como para haber pillado la indirecta.
Se abrió paso hacia el salón, no antes de echarle una última mirada. Al pasar junto a él, Alexander le pareció notar un leve roce de su mano en la parte baja de su espalda.
Notar implica la duda, sentir no. ¿Empezaba a mezclar lo real con lo imaginario? Sí, estaba en el inicio de la alucinación.
Amelia acogió bien entre sus brazos a Vic, dándole un largo beso en la frente, rezando por dentro de que todo saliera como debía ser. Solo por una vez, una única ocasión. Sabía que pedía demasiado. Los fuertes eran quienes ganaban, los débiles se quedaban en lo más bajo.
Amelia era una débil. Por eso pedía una única circunstancia en el cual los papeles se alternaban.
¿Conseguiría su objetivo? Tan solo dependería de Alexander, el quien lo haría posible.
Era una meta perfectamente imperfecta.

*
      -     No me esperaba de que vinieras. No me avisaste –decía Eva abrazándolo en el recibidor.

Alexander la tenía cogida de la cintura, y ella le pasaba sus dos brazos por el cuello. Una perfecta estampada de dos enamorados. 

-          ¿No te alegras de verme? –decía con un tono de un niño pequeño.
-          ¡Claro que alegro! Sabes que tú eres la razón de mi alegría, cariño.

Alexander le sonrió sensualmente y Eva no pudo evitar no besarle. El beso de profundizó, de tal forma que los dos estaban al abismo de perder el aliento.

-          Aquí podemos tener mirones –decía Eva separándose de los labios de Alexander.
-          ¿Qué más da? –decía el necesitando los besos de Eva.

Los volvió a besar, pero no con tanta ansia, ya que ella se estaba resistiendo.

-          No me mola nada –decía mientras miraba hacia el salón.
-          Solo escucho, no veo. Por ahora no tengo visión X –decía Amelia desde el salón.
-          No te metas en conversaciones ajenas –decía con un tono más alto para que la voz de Alexander fuera bien escuchada.

Se acercó hasta el marco de la puerta del salón, donde la miró atravesándola entera, con aquella mirada tenebrosa.
Eva fue tras él, al sentirla a su lado pasó su brazo por la cintura de Eva.

-          Como bien ha dicho Alexander, no te metas ¿vale?
-          Estáis a escasos metros ¿cómo nos queréis que no os escuche? Iros entonces.
-          Estoy en mi casa.
-          Yo también –replicó Amelia.

Toda aquella conversación que tuvieron las hermanas, en ningún momento hubo contacto visual. Tenía su mirada centrada en Vic, mirando como jugaba en su parque. De pronto, notó una presencia justamente delante de sus narices ¿Cómo había llegado hasta allí sin hacer apenas ruido? Se sobresaltó al ver el rostro de Alexander a escasos centímetros del suyo. 

-          ¿Por qué no nos haces un favor a todos y te vas a pasear un rato? –seguía aún con su mirada horripilante. El vello se le erizó, en este caso, de miedo.
-          Oh, por supuesto –decía muy enérgicamente.

Se levantó, y Alexander dejó de estar de cuclillas para estar a la misma altura que Amelia.
Le pareció demasiado extraño que no pusiera ninguna pega a la petición planteada por Alexander. ¿Tan fácil era manipularla?
Colocó a Victoria en el carrito, y por último añadió:

-          ¿Sabes que haré? Memorizaré todo tipo de bebidas y cócteles. Solo tengo escasos días. No debo dar una mala imagen al cliente al verme totalmente perdida con el tema. 

Alexander apretó los dientes todo lo fuerte que pudo ¿Se trataba de alguna de sus alucinaciones? 

-          ¿Qué dices? Dios, cada día estás más chalada… -decía su hermana mirándola como si fuera un bicho raro.
-           Delira –decía él, sin quitarle la mirada de encima a Amelia.

No, se trataba de la realidad. ¿Se le había ido la cabeza? Estaba Eva presente. Tenía totalmente prohibido hablar sobre ese tema. Se jugaba el cuello.
Pasó entre ellos dos con la cabeza bien alta, pero en ningún momento poner en contacto su mirada con los de ellos.
Tragó saliva al pasar por el pasadizo de la muerte, al ver que salió viva. Alexander no tenía ninguna verdadera respuesta a su comentario. Estaba Eva presente ¿Qué iba a decir? Nada. Amelia había escogido el momento perfecto para empezar la batalla.

-          Cada día flipo más con ella –decía Eva.
-          Lo sé –decía él y sin darse cuenta, ya tenía las manos cerradas como dos puños.

Sí, había empezado la verdadera acción. Ya no se iba con boberías. Tenía una meta clara, ahora debía alcanzarla.
Un gran portazo se escuchó al salir de su casa.
En ese momento, marcó el inicio de lo que iba a ser un largo camino.

*
Aquel roce no había sido fruto de su imaginación. No, ella realmente lo había tocado. Noto como su bolsillo izquierdo de su vaquero estaba más abultado de lo normal. Metió la mano dentro y se encontró con algo que no esperaba ver ahí.
“Haz memoria. Medita. Piensa. Y que no fui yo lo único que viste allí. ¿La tercera va la vencida? Espero. Igualmente, el ataque ya empezó”.

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