lunes, 28 de marzo de 2011

Twitter y otro adelanto del capítulo 25

Hola,
Hago este post más que nada para poner en conocimiento que me podéis encontrar en otra red social, el Twitter.

Y también os dejo otro micro adelanto de la segunda parte del capítulo 25, la destaco entre las demás, por razones obvias, lo sabrás cuando mires un poco más abajo.
Notó el leve roce que formaban ambos labios unidos, el modo tan dulce que empleaba en besarla, no sabía de dónde salían tan afables besos viendo su soberbia personalidad y sus actos tan atroces. Realmente no quería saber su proveniencia, el que realmente ansiaba es que esa precisa caricia durara el resto de la eternidad.

martes, 1 de marzo de 2011

Explicación de mi ausencia.

Hola a todos después de un largo parón.

Como ya sabréis, los seguidores fieles de Polos Opuestos habréis notado una ausencia bastante duradera de no haber ninguna publicación de capítulos de la historia.
Estamos hablando de un parón de varios meses, y os aseguro, que ojalá nunca lo hubiera habido. Una serie de consecuencias que me han repercutido sobre mí, y no he sido capaz de seguir tanto como en mi vida, en la escritura y demás aspectos que pudiera añadir pero quiero hacer esto lo más breve posible.
No estaba capacitada para continuar, durante un período de tiempo. Por eso mi ausencia tan duradera, y pido disculpas por ello. Deseo envolverme de nuevo en el mundo de la escritura y así poder desconectar de todo por tan solo un poco. Pero simplemente ver la página en blanco de Word, mi mente se quedaba también así, en blanco, un total vacio. No había manera de concentrarme, pero en nada, en su totalidad. Tenía y creo que sigo teniendo la mente en otro sitio que me bloquea hacer cualquier cosa que requiere un mínimo de concentración.
Todo se debe a una pérdida de un familiar muy cercano a mí, del cual aún me estoy recuperando del duro golpe que nos sacude esta vida.
Pido compresión, ante todo. Supongo que después de esto la tendréis. Tampoco quiero decir mucho más por aquí, en público, no. Tan solo os incumbe a vosotros, mis lectores.

Que os vaya bien, un beso desde aquí.

domingo, 16 de enero de 2011

Adelanto capítulo 25, segunda parte


Nadie era testigo de aquel escenario, nadie podría verificar los hechos, tampoco los podría negar. Era la situación de que cada uno de nosotros queremos vivir por un instante. Por tan solo una milésima de segundo. Hacer lo que verdaderamente queremos sin arrepentirse. Sin dar explicaciones, sentirnos verdaderamente satisfechos.
Alexander supo francamente beneficiarse de las circunstancias en las que se encontraban. La controló, cayendo su flácido cuerpo en su pecho, resultado de la abstracción de su energía a causa de su desconcierto emocional.
Con ambas manos, sujetó el rostro de Amelia, dirigiéndose hacia la suya, poniendo en contacto directo sus miradas. La embriagadez la envolvió.
    -    No me mires.
    -    Me condenarías a una vida de sufrimiento si me prohibieras tal cosa.

viernes, 14 de enero de 2011

Capítulo 25


Sí, todo iba a salir bien. Perfectamente bien. Todo estaba planeado, planes alternativas, escusas admirables de ser una adornada mentira, hora, lugar y por supuesto, él. Sí, Alexander. 
Incluso tenía precisado cada palabra que iba a decir. 
Mirando con una media sonrisa maléfica, echó un vistazo al reloj. Las doce y cinco. Sabía que debería estar en otro lugar en vez de estar sentada en la silla de su escritorio haciendo prácticamente nada. Se iba a hacer rogar.
Una melodía muy familiar sonó en aquel silencio escalofriante, prácticamente a oscuras, fue hacia su mesita, donde posaba su móvil.
Vio que el número que llamaba no estaba registrado en su agenda, así que dudó de cogerlo. 
Pero sabía perfectamente quien era y qué quería.
-        ¿Diga? –preguntó esperando una respuesta.
-        ¿Qué haces que aún no estás aquí?
Reconoció la voz perfectamente aquella voz, aunque un poco distorsionada a causa de ser por teléfono aquella conversación.
-        Yo no debo de estar en ningún lugar que no sea mi casa.
-        No me jodas Amelia, sabes que tienes que estar aquí ya, inmediatamente –dijo Alexander gruñendo.
-        No tengo ningún contrato que diga eso.
-        Esta noche lo ibas a firmar. – y soltó un bufido.
-        Qué legales os habéis hecho de la noche a la mañana.
-        Que sabrás tú, niñita. ¿Vienes o voy a por ti?
-        Voy volando.
-        ¿Entonces por qué tanta discusión?
-        Esperaba tu llamada.
Y colgó inmediatamente. Tan solo le costó pasar el pasillo de cuclillas, hacer el menor ruido posible al cerrar la puerta y estaba sana y salva fuera de casa.
Ventajas de tener una casa grande. 
En menos de lo esperado ya estaba bajado aquellas mugrientas escaleras bañadas en charcos de líquidos repugnantes que daban paso al callejón donde se encontraba su primera jornada de trabajo. 
Ahí abajo lo vio desde una distancia mesurada, su aspecto mostraba nerviosismo, moviendo uno de sus pies a un ritmo escandalosamente rápido. Las manos en los bolsillos y haciendo como si mirara el suelo, pero su vista se encontraba absorbida por su mente. 
Amelia bajó apresuradamente y escandaló a Alexander de su llegada tan inesperadamente rápida.
-          Ya tardabas en venir, joder. Entra.
-          No sin una condición.
-          Aquí no hay condiciones, así que venga, sin escusas. Entra ya, tú te la estás jugando… y yo más.
Alexander entornó los ojos, aún sin creer que lo estuviese vacilando. Le cogió de un brazo, atrayéndola hacia él.
-          No me puedes obligar.
-          Lo haré si no me dejas otra opción.
Amelia mostró una sonrisa, inusual en la clase de situación en la que se encontraba. Alexander estaba atónito. No conocía esa faceta de Amelia tan directa y segura. 
Sin ser consciente, Alexander cada vez la atraía más hacía él. Consecuente o no, adoraba tenerla tan cerca.
-          Deja a Eva.
Alexander meditó durante unos segundos lo que había dicho Amelia. ¿Lo había escuchado bien? No, no era posible de exigirle tal cosa.
-          ¿Qué?
-          Esa es mi única condición. 
-          En este caso, no entres.
-          ¿No vas a cumplir la única cosa que te pido a cambio de que mantenga esto en secreto?
-          Define esto.
Amelia señaló aquel edificio justo donde Alexander había salido hacia escasos minutos.
-          Y todo lo que ocurre en el –amenazó ella.
-          Adelante –le dijo, dudando si era capaz de hacer lo dicho.
-          ¿De verdad? Observa.
Lo miró por última vez, fugaz y a la vez intensa. Notó como si se hubiera metido en su mente, viendo a la perfección sus miedos y sueños. Sobre todo sus pensamientos. Precisamente lo que verdaderamente vivía en aquellos momentos. 
Le dio miedo creer en aquello. Era totalmente imposible. Pero aquellos ojos transmitían verdadera pureza y sinceridad.
Igualmente, dio media vuelta a cumplir su objetivo.
Alexander se quedó paralizado. ¿Realmente lo iba a hacer? No iba a quedarse mucho tiempo allí para averiguarlo. La tenía que detener.
Amelia oía como Alexander iba detrás de ella. Verdaderamente sí la veía capaz de aquello. Hizo ademán de girarse para transmitirle otro mensaje, pero Alexander la cogió violentamente, empujándola hacia la pared, dejándola totalmente acorralada por el muro y el cuerpo de Alexander.
-          ¿Por qué me estás haciendo esto?
Sus ojos eran iluminados por la tenue luz de la calle, haciendo estremecer de arriba abajo a Amelia. Tenía miedo, el tono de voz que empleó lo decía todo.
-          Ella me ha quitado mi vida, yo ahora le voy a quitar la suya.

sábado, 25 de diciembre de 2010

Fan Trailer Polos Opuestos



¡Hola! Esto que voy a escribir es una introducción para que tengáis claro a que equivale cada escena del trailer que he hecho, por qué os puede confundir al no saber a que me refiero.
El principio se puede ver tres siluetas de tres chicas, en este caso son Eva, Amanda y Jessica. La escena siguiente demuestra que no es una fiesta cualquiera, es de gran cuantidad de personas y bastante lujosa. Personas bailando, pasándoselo bien.
Más tarde he querido enfocar el vestido rojo que Amelia lleva en la fiesta, y supuestamente tendría que salir otra escena que en el video se queda la pantalla en negro, no se por que ocurre esto, en el avance también me lo he hecho. No es de suma importancia, pero me fastidia que se quede un par de segundos sin mostrar nada.
Amelia llora y le pregunta a su hermana “¿Porqué te lo has roto?” (Esas no son palabras exactas de la historia, pero quería matizar muy bien esa escena). Instantes después aparece Eva con una sonrisa en el rostro, diciéndole: “Por qué así tu me tendrás que dar el tuyo.”
Eva consigue lo que quiere, el vestido de Amelia. Está con Alexander, muy acaramelados.
No sabía exactamente como mostrar en imágenes las escenas que vienen después de aquello, así que he hecho como si Amelia lo estuviera recordando poniendo frases exactamente iguales a las de la historia.
Aparece Alexander con su moto (en este caso es Mario Casas, por qué no encontraba otra imagen del verdadero Alexander tal y como me lo imagino, pero igualmente me gusta mucho la pose que tiene Mario). Luego sí, después de la palabra “él” si que es el verdadero Alexander. Está hablando con Eva, y he querido poner ese gesto de rechazo en símbolo de recordar cuando después de besarla la rechaza.
Más adelante, pequeñas palabras aparecen en la escena donde Alexander está sentado, en su sitio donde va a trabajar y se puede apreciar que tiene delante suya, una bailarina. “Ilegalidades”, “Mentiras” entre otras cosas que pongo, son los temas más recurrentes de mi historia. También señalar una figura de pelo cobrizo, es la bailarina que aparece en una de las pocas escenas cuotidianas que han aparecido de Alexander.
Finalmente, pongo los verdaderos actores que son ideales para encarnar a los personajes, solo he puesto a los principales.
Amelia como Anne Hathaway.
Eva como Megan Fox.
Alexander como Alexander Skarsgard.
Elena (lo siento, no aparece la imagen no se por qué) como Reese Whiterspoon.
Amanda como Amanda Seyfried.
Alicia como Ashley Grenne.

Capítulo 24


-          Algún día escucharé lo soñado.
-          Cuidado con lo que deseas. 

Eva le propinó una mueca, no del todo segura de entenderle del todo bien.
Ya llegó la hora de la despedida, Eva le dio un aferrado beso pasional a los suaves labios de Alexander. Pero él no lo sintió como tal. Se forzó a actuar, como si Alexander estuviera al mismo nivel de sentimiento y amor que el de Eva sentía por él. 
Pero no iba a engañarse, desde esa tarde que tocó aquella piel deseada desde el primer momento en que la vio, no deseaba ninguna más.
Aquella era la verdad, nada iba a forzar para contradecir sus sentimientos a sí mismo. No podía vivir engañado sintiendo falsos sentimientos.

La misma trayectoria, gestos igualitarios, idénticos rostros, similares clientes. Todo era demasiado simétrico.
¿Quién iba a romper aquella rutina? Sabía el ambiente cambiaria a partir del viernes. La complicación se presentaría a la madrugada del viernes. La apuntó a la permanente lista de problemas. ¿Cuántos eran ya? Hacía tiempo que había perdido la cuenta.
Aún llevaba dentro de su bolsillo aquella notita arrugada, en el momento en que la leyó le entró una imprevista rabia. Pero ¿de qué debía de temer de una adolescente oprimida por la clase dominante? Pero no iba a relajarse. Por ella, literalmente, se estaba jugando el cuello. Era consciente de una información totalmente confidencial, solo el conocedor debía saberla.
Era como una bomba a punto de estallar, pudiendo ser detonada el cualquier momento. La cuenta atrás había empezado esa misma tarde.
Debía silenciarla. Ahora tendría que encontrar el modo.
Un saludo más, y logró posicionarte en aquel despacho del gran jefe.

-          Siéntate –decía con un tono más serio de lo normal.

Pudo intuir de qué algo ocurría, y no para bien.

-          Buenas noches –dijo Alexander educadamente pero sin quitarse la tensión del cuerpo.
-          ¿Les has echado un vistazo?
-          Yo hice el turno de mañana, dormían todas. Esta tarde creo que le tocaba a Diego, o tal vez Raúl.
-          De acuerdo.

Le dio un sorbo a la copa que siempre ocupaba aquel pequeño rincón de la mesa. Siempre, desde que lo conocía, veía como cada día bebía aquella misma bebida, en el similar vaso.

-          ¿Le pasa algo?
-          Solo recordaba. Estoy melancólico. Aquella chica…
-          ¿Qué chica? –cuestionó esperándose no pasarse de la cuenta.
-          Ya sabes de quién estoy hablando.

Claro que lo sabía, aquella misma cara puso cuando la vio, idéntica. Aquel gesto en su rostro de deseo hizo revivir de nuevo el momento en la mente de Alexander.
No pudo evitar sentir un dolor punzante en su cabeza que le hizo ver borrosamente durante unos escasos segundos.
No pintaba nada bien la situación.

-          Ya sabe, ella buscaba la vacante de camarera, nada más.

Empezó a mover la pierna intentado calmar su nerviosismo. Tenía totalmente los dientes apretados hasta tal punto de empezarle a doler tanta fuerza empeñada.

-          Una verdadera lástima, pero no quiere decir que me quede con las ganas de probarla.

Como si fuese algo comestible.
Alexander no contestó a su comentario, cada palabra que debería ser dicha era demasiado peligrosa por ser escuchada.
Debería largase antes de cometer un error, un error imborrable.

-          ¿Está enterada del verdadero negocio? Por cierto ¿Cómo se llama?
-          Sí, y está totalmente informada sobre la confidencialidad que debe ejercer. Su nombre es Amelia, Amelia Corvari.
-          Bonito nombre.
-          Así es.
-          ¿Cómo la conociste?

¿Por qué tenía un gran alto nivel de interés en aquella inocente adolescente? Tan solo se trataba de una más, tan normal que aborrecía.
Eso era lo que la gente sentía al verla por primera vez, señaló Alexander en sus pensamientos. Pero no… en él no había provocado aquella sensación, sino una totalmente distinta y temerosa de ser tan clara y pura.

-          Amigos en común. Ella estaba necesitaba de trabajo y le ofrecí uno.
Pablo apoyó su barbilla en la mano, desvió la mirada sin rumbo fijo. Parecía totalmente concentrado en lo que quisiera que pensara.

-          ¿A qué día de la semana estamos hoy?
-          Miércoles.

Sí, tanto Pablo como Alexander contaban los días que faltaban por volverla a ver una vez más.
Durante toda aquella noche, Alexander no pudo quitarse de la cabeza aquella conversación que había tenido con su jefe.
Tantas preguntas no tramaban nada bueno.

*
-          Un beso amor mío –y colgó el teléfono.
Amelia no pudo evitar una risita burlona parada al final del pasillo, donde Eva salía por la puerta de su habitación con las mejillas sonrojadas.
-          ¿Y tú de qué te ríes? –le acusó la hermana menor.
-          De tu suposición.
-          ¿De qué? –decía sin entenderla.
Palabras demasiado técnicas para un celebro cerrado a nuevo vocabulario que no fuese en términos de moda y estética.

-          No te pertenece –dijo con total firmeza Amelia.
-          Y a ti nadie te ha dicho que te metas en mis conversaciones privadas.
-          Si no quieres que te escuche, ve a tu habitación donde nadie te moleste –le contraatacó.
-          Estoy en mi casa, hablo donde y cuando me dé la gana.
-          Lo mismo digo.
Miró por un instante la pantalla de su móvil, y de repente le miró con una mirada feroz. 

-          Últimamente te estás revolucionando. Esto para aquí, ya –decía mientras lentamente se acercaba a Amelia.
-          Ya no tengo límite, hermanita.
Tenía a Eva delante mismo, Amelia no temblaba, ni respiraba con dificultad. Tampoco su corazón se aceleraba de una manera imparable. Ya no le tenía miedo.

-          Pobrecita, hasta me das lástima. Creer que estás por encima de mi… sabes que no te lo crees ni tú misma.
-           Si que lo creo. La que me da pena eres tú.
-          Yo soy tu yo inalcanzable. Me tienes envidia desde que nací. Sabes que papá y mamá me quieren más a mí.
-          Y también sabes que Alexander no te quiere tanto como papá y mamá… Ni tampoco te  da tanto como tu le ofreces. Sabes que esas discursiones siempre estarán presentes. Prácticamente no lo conoces, y por lo visto, tampoco te conocerá a ti para soportarte. Nunca alcanzarás ese estado de perfección en lo que tú dices que es una relación. No te engañes a ti misma.
Eva hizo gesto de total sorpresa, una furia contenida estaba empezando a estallar.  Amelia nunca se había sentido tan segura de decir aquello que ha bría sido impensable ser dicha tiempo atrás.

-          No tienes ni idea de lo que estás hablando, niñata ignorante. No te metas entre él y yo –decía con una firme voz amenazante- Nunca, nunca voy ya permitirte que uses de nuevo ese tono desafiante conmigo, sabes que estás por debajo de mí, no juegas en la misma liga de mandato.
-          Tan solo advierto, luego no me digas que no te avisé. Muy en el fondo, te hago un favor.
-          ¿Qué vas diciendo? ¡No lo conoces!
-          Sí, eso es lo que tú tienes entendido. Que solo lo conozco de una noche. Mejor que te quedes con eso, para el bien de todos.
Como la rapidez de un relámpago, abrió la puerta que tenía a sus espaldas. En un abrir y cerrar de ojos, desapareció de la vista de Eva, dejándola con demasiadas preguntas sin formular.

Capítulo 23


Empezaba a entender de qué se iba a tratarse aquel ataque.
Arrugó aquel papel, maldiciéndola. Nadie jamás lo había desafiado. Y ella no iba a encabezar la lista. Ni Amelia, ni nadie.

*
“Me siento terriblemente bien. Sí, terriblemente. Me alegro de hacer el mal. Nunca había experimentado la sensación se satisfacerte de la desgracia de los demás. Lo he tenido claro desde un principio, sé que lo que estoy haciendo ahora tendrá una justificación. No debería preocuparme demasiado por ello, no. Además, hago el mal para destruir otro, mucho peor que el mío. Mis pasos son firmes, totalmente seguros de la decisión hecha. Nadie cambiará mi rumbo. Esta es y será unas de las metas que estoy decidida a cumplir. Dicho queda.”

No había sido una entrada demasiada extensa. Pero lo había dicho todo en breves palabras. ¿Para qué más?
Ya había anochecido, su tía fue a por Victoria, después del breve paseo para hacer tiempo de que se desalojase la casa. Pasó a limpio unos apuntes y repaso un poco lo dado en ese día. Ahora ya no tenía nada para hacer.
Un abrumador sonido a motor proveniente de la calle interrumpió el silencio de su habitación, al dar ventana directamente a la calle.
Sabía de quien se trataba, aquel sonido le era familiar. Su corazón le propinó un astillazo, fuerte y preciso.
Odiaba esa sensación de inferioridad e infelicidad. Alexander estaba dándose el lote a dos pisos más debajo de su altura con su hermana. El mal que creó dentro de ella misma, estaba creciendo por instantes.
Aquellos momentos gloriosos de Eva iban a terminar, a una rapidez vertiginosa.
*
-          ¿Mañana a la misma hora? –decía la imagen coqueta de Eva.
-          No lo sé, ya te llamaré –decía él mientras le acariciaba su suave y cuidado cabello.
-          Pero llámame. Espero que no sea una de las típicas escusas que soléis poner los chicos, me enfadan un motón –poniendo morritos.

Alexander mostró una tímida sonrisa, nada típica de ver en su rostro. El era uno de esos chicos que ponía esa escusa.

-          Sabes que te llamaré.
-          Te quiero –dijo Eva imprevistamente.
-          ¿Qué? –dijo totalmente atónito.

Eva lo miró directamente a los ojos, con una gran sinceridad en ellos. Difícilmente podías dudar que lo que había dicho fuese falso.

-          Lo que escuchaste, que te quiero. ¿Tú, no?

Alexander se quedó mudo. Ni una sola vocal surgía de lo más adentro de su garganta. 

-          Yo también –fue lo único capaz de decir.
-          ¿Tú también qué? –quería escucharlo de él, directamente palabra por palabra.
-          Te… -hizo una pequeña pausa no muy seguro de pronunciar lo que debía decir- tú ya lo sabes. No hace falta decirlo. Se demuestra.
-          ¡Se demuestra mencionándolo! –y bruscamente apartó la mano que aún seguía acariciando su pelo.

Alexander se metió la mano rechazada en el bolsillo e hizo igual con la otra. No entendía aquel cambio de actitud repulsiva. Vio que la situación cambió totalmente de perspectiva. 

-          Sabes que no puedo decir tales palabras.
-          ¿Por qué? ¿No sientes nada por mí?
-          Yo no tengo sentimientos.
-          Imposible. Todos sentimos.
-          Esa parte de mi, hace mucho tiempo que murió.

*
Daba pequeños golpes con el bolígrafo en la mesa, produciendo un sonido molesto. No podía concentrarse a resolver esa integral, era totalmente imposible de encontrarle la lógica.

-          ¿Qué te pasa? ¿No lo entiendes? –decía Alicia intentando ayudar a Elena.
-          La que no entiendo es a Amelia.
-          ¿Qué paso?

Elena dejó a un lado el libro de matemáticas, puso los dos sobre la cabeza y se pasó una mano por su melena rubia. Se frotó los ojos para despejarse durante solo un momento.

-          Esta mañana me ha dicho algo muy extraño. Le pasa algo, y no me lo quiere decir. Se supone que soy su mejor amiga, nos lo contamos todo.
-          Habrá un buen motivo suficiente para que no te lo haya contado. Déjale tiempo. Ya sabes cómo es Amelia, muy… reservada.
-          Pero conmigo no. 

Alicia se quedó pensativa. Sabía que le tenía que recordar algo de suma importancia, relacionado con Amelia. Pero no lograba acordarse.

-          ¡Ah! –dijo al venirle a la cabeza lo que no recordaba- ¿No tenía que conseguir el número de Alexander y llamarle?
-          ¡Voy a llamarla! –dijo y fue de estampida a coger su móvil.
         
 
*
Odiaba los sonidos inoportunos. Estuvo muy cerca de dejar sonar el móvil hasta que le saltase el buzón de voz. Estaba muy concentrada en lograr apreciar de qué discutían la pareja infeliz. Desde allí arriba solo se podría apreciar como un bajo murmullo identificable.
Bufó de forma exagerada de que en breves iba a tener una conversación con Elena. Debería sentirse bien, obviamente, pero las cosas habían cambiado... y para mal.
Y todo por culpa de Alexander.

-          Dime –dijo de una forma impasible.
-          ¿Has logrado hablar con Alexander? –dijo de la forma más directa que supo decir.
-          ¿Por qué?
-          Amelia… el plan de Aroa ¿lo recuerdas?

No, no tenía la mente precisamente en esa conversación. Maldita será ¿por qué no podía tener un odio que abarcara para escuchar todo lo que no lograba escuchar? Estaba inmensamente intrigada, se moría por saber las negaciones con la cabeza, los gestos de rabia y los rechazos de contacto.

-          Ah… sí. Es decir,  no.
-          ¿Nos aclaramos?
-          Si recuerdo el plan y no, no lo he llevado a cabo. Mi hermana, por lo común, está el día enganchada a él. Igualmente, esta tarde vino el a mi casa, no hizo falta ni buscarlo.
-          ¿Qué me dices? ¡No puede ser! –decía derrochando emoción.
-          Vivo con su novia, creo que deberé a acostumbrarme a sus visitas.
-          ¿Habéis hablando? ¿De qué? ¡Cuéntamelo todo! Por Dios.
-           
*
-          Anda ya, Alexander. Solo te cuesta abrirte a los demás, nunca has sentido nada a lo que yo he creado en ti. Y te hace dudar, es una situación nueva, a todos nos pasa.
-          No lo veo así, Eva.
-          ¿Y por qué no me cuentas algo de ti para poder comprenderte? ¿Para conocerte? A veces me eres difícil de leerte.
-          No son las cosas tan fáciles como tú crees, bienvenida a mi mundo.
-          Si tan solo me dejaras ser parte de él…
-          Lo eres. Demasiado.

*
-          Plan fallido… tienes que insistir más.
-          No Elena, se va a hartar de mi, si es que no lo está ya –mintió Amelia.

Para nada tenía pensar abandonar, debía de alejar lo más posible de aquella situación a Elena y a quién verdaderamente le importaba

-          También, además, a ti nunca te ha importado lo que la gente piense y deje de pensar de ti.

Gran verdad. Sí, en el pasado. 

-          Aunque lo intentaré de nuevo… si vuelve a pisar mi casa. Yo no lo iré a buscar. Tengo otras cosas mejor que hacer.
-          ¡Ves! Lo sabía, te importa. ¿Por qué? Solo se trata de una mentira que solo a ti te debe de preocupar si es verdad o no. A punto que si se tratase alguien que no fuese Alexander, te daría igual. Como estos 17 años pasados.
-          Lo quieres escuchar, verdad ¿es eso, no? Vale, tú ganas. Sí, me preocupo de la imagen que tiene en estos momentos Alexander sobre mí. Me importa, de tal punto que me quita el sueño por las noches. ¿Contenta?