sábado, 25 de diciembre de 2010

Capítulo 20


-          ¡Qué día tan bonito! –pronunció Eva, mirando al cielo azul que ese día presentaba la mañana.
-          Eso lo dices por qué estás enamorada –decía Amanda junto a su lado.

Sentadas en el suelo del patio, apoyadas contra uno de los edificios que formaba el instituto, tomaban los últimos rayos del sol antes de que se adentrara el frío invierno.

-          Por supuesto que lo estoy –decía muy orgullosa de ello.
-          Tengo que ir a hablar con el tutor, me dijo que tenía que hablar conmigo. Supongo que será por lo del tema de las universidades –decía Amelia mientras se dirigía al pasillo dónde se encontraba la sala de profesores.
-          De acuerdo, me voy yo al patio a ver si veo a Alicia –le contestó Elena yendo en dirección contraria a la de ella.


Aroa se encaminó donde se encontraba su grupo de amistades, por nombrarlo de alguna manera que sonase bien. Allí encontró a los mismos de siempre, Eva, Amanda, Jessica, Javier, Diego, Yaiza y ahora ella, Aroa.
Hablaban sobe Amelia, rara vez no lo hacían. ¿Qué criticarían ahora? Ahora lo iba a averiguar.

-          …Y cuando llego a casa no me dio ninguna clase de explicación.
-          ¿Qué pasa chicas? - le preguntó Aroa a Eva.
-          Mi hermana, haciendo de las suyas. Ayer llegó a casa a altas horas de la noche entre semana sin el permiso de nadie ¿Te lo puedes creer? Amelia, la santa de mi hermana. 

En esos instantes pasó Elena por delante del grupo, llevaba puestos los cascos del mp3 escuchando 30 Seconds to Mars, The Fantasy. Ajena a la conversación, le estaba dando demasiadas vueltas al extraño comportamiento de su mejor amiga.

-          ¡Eh! Ahí está Elena, seguramente estaría con ella, estudiando o lo que quiera que hagan esas dos –decía Yaiza.
-          Ahora lo averiguaré –y Eva se puso en marcha poniéndose detrás de Elena.

Le tocó el hombro, con gesto de asco. Ella se volteó y se causo impresión de quien se trataba era de Eva.

-          No voy a perder mucho el tiempo hablando contigo.
-          Tampoco lo iba a hacer yo –le contraatacó Elena.
-          ¿Ayer por la tarde y noche estuviste con Amelia? –dijo directa al grano.
-          No ¿por qué? –poniendo más interés en la conversación.
-          Esto sí que es extraño, vaya amiguita que tienes más misteriosa que se pasa parte de la tarde y de la noche fuera de casa sin saber con quién y dónde ha estado.
-          ¿Crees que te voy a creer como han hecho la mayoría de la gente? Yo no soy una oveja más de tu rebaño.
-          ¿No me crees? Pregúntaselo a ella misma.
-          Por supuesto que lo haré.
-          Y supongamos que lo que digo es verdad, que lo es. ¿Puedes deducir que hubiera podido estar haciendo?
-          Ni idea, pero supongamos que no lo supiera, que no lo sé –decía imitando sus palabras- ¿A ti qué más te da lo que hace Amelia y lo que deja de hacer?
-          Me da, es mi queridísima hermana mayor.

Se escucharon risitas provenientes del grupo de Eva, Elena echó un vistazo y vio la intrigada mirada de Aroa, a la vez, desconcertada. Ella también lo estaba. ¿Qué demonios haría anoche Amelia?

-          Si, sobretodo querida.


Algo iba mal, deducía Amelia. Su mejor amiga la miraba con demasiado detenimiento e intriga. Ella evitaba encontrarse con sus ojos, tenía miedo a ser acribillada a preguntas de las cuales todas la dejasen entre la espada y la pared.
En cuanto sonó el timbre del final de las clases, esta vez Amelia si estuvo atenta, recogió todos sus libros rápidamente y cargó con la mochila dejando a espaldas aquella mirada confusa de Elena, tenía que huir lo más rápido posible.
Ya estaban afuera del instituto, ella esperando impacientemente a su madre, rezando por que apareciera en escasos segundos, los que tenía antes de que Elena la alcanzara.
Miró al final de la cuesta, los ojos de Amelia no alcanzaron a ver el coche que día a día la recogía y la dejaba en el instituto.
Ya estaba detrás de ella y Amelia no veía escapatoria.

-          Dime –decía mientras se volteaba y estuvo delante de Elena.
-          Sé que te pasa algo y no tiene nada que ver con los estudios, tu hermana ni tus padres –decía mientras Amelia recordaba que esas eran las razones falsas que le dio a causa de su extraño comportamiento.
-          ¿Y entonces con qué? –le dejó adivinar.
-          Tu hermana, me ha dicho que llegaste a casa a elevadas horas. En un principio no me lo he creído, pero ahora… no sé, estás extraña desde hoy. Puede que tenga que ver algo con lo que te pudo ocurrir anoche.

Un dolor punzante le recorrió el estómago. Abrió los ojos para creerse que verdaderamente veía aflorar esas palabras por los labios de Elena. Sabiendo cómo era su hermana, tarde o temprano iba a hacer algo más para añadir un conflicto más a la lista de Amelia.

-          Elena… solo deja pasar el tema, no merece la pena ponerle empeño, de verdad –decía mientras le acariciaba una mejilla, sabía que lo último que quería es que Elena estuviese involucrada- Supongo que todo irá bien.
-          ¿Lo qué? No te entiendo Amelia, sé más clara.
-          No puedo –decía mientras reprimía las lágrimas de sus ojos- Tampoco te preocupes. Lo siento.
Oyó los familiares pitidos que solía utilizar Ana para llamar a sus hijas desde el coche. Salvada por la campana.

Sorprendentemente la hija menor de la familia se siente tremendamente celosa al ver su inocente y paleta hermana mayor vestida con el atuendo del cual había suplicado tanto para que fuese comprado por sus adinerados padres. Un arrebato de furia del cual sale mal parada la honesta de la familia, consigue lo que no pudo por los buenos medios. Salir de aquella fiesta como una reina, con aquel vestido que siempre había soñado tener, con el apoyo de sus súbditos y la inmensa confiada de lo que se podía calificar como “su novio”. Él era el chico apreciable en cualquier película de sábado por la noche. Alto, guapo, físico deseable, con una mirada fría como el hielo y a la vez cálida como el sol. La inocente se hace rebelde, intentar poner en evidencia a la “roba-vestidos” y hacer lo que más quiere se vuelva contra ella. La novata conspiradora descubre que aquella mirada fría y maléfica es verdadera, como su ocupación laboral del cual ella se ve metida sin su consentimiento. Por el buen o mal camino, su meta era visible y clara. La venganza por todo había empezado, sabía que le daría donde más le dolía. Por qué en esas circumstacias  los medios justificaban el fin, cargando con todas las consecuencias.
Ahora que me doy cuenta, es un buen argumento para una película o un libro. Si tuviese éxito, imaginándonos que fuera solo una película con el inevitable final feliz,  ¿También lo tendría si ocurriese en la vida real?”

Había cumplido un día más con la diaria publicación de entradas en su blog. Como esperaba, el timbré sonó en la planta superior de su casa. Detrás de aquella puerta se encontraba su tía, la hermana menor de su madre. Llevaba en sus brazos la pequeña Victoria, de tan solo un año de edad. Amelia hacía de niñera mientras Celia, su tía, disfrutaba de una sesión de pilates

-          Eres un amor, Amelia.
-          No me hagas la pelota, que sabes que cuido de la pequeña Vic encantada.
-          Lo sé, suerte para mí que no has salido a tu hermana.

Amelia soltó una pequeña risita. Eva directamente odiaba a los niños, los veía como pequeños demonios saliéndose siempre con la suya.
Oh vaya, a qué le sonaba.
Celia dejó en brazos de su sobrina a Victoria. También tomó una bolsa con lo necesario para pasar un par de horas. Se despidieron y Amelia se dispuso a jugar con la pequeña alegría que podía disfrutar ese día.
Acarició sus redondas mejillas con un tono rosado adorable. Le colocó bien la pequeña melenita castaña, echándosela hacia atrás. La pequeña sonrió y Amelia la acompaño con sus carcajadas y la miró a los ojos de un azul cristalino. Hizo una mueca de solo pensar que en ese momento Alexander se le cruzó por la mente. Por cualquier cosa, él se metía en su mente sin lograr poder arrancarlo de sus pensamientos. Una chaqueta de cuero, su nombre en castellano, los ojos de su prima ¡Hasta incluso un cigarro le recuerda a él! Empezaba a preocuparse, no era del todo normal.
Sonó el timbre de nuevo, Amelia pensó que sería de nuevo Celia, por qué hacía solo escasos cinco minutos que se había marchado. 

-          ¿Qué ocurre? –decía aún sin mirarla, sujetando a Vic que parecía demasiado inquieta.
-          No puedo venir a ver a Eva ¿o qué?

Vale, quien había llamado a la puerta tenía claro que no era Celia.

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