viernes, 17 de diciembre de 2010

Capítulo 13


A la mañana siguiente, en los pasillos del instituto. Elena sorprendida, mira a Amelia con los ojos abiertos como dos platos.

-          ¿Enserio que te han castigado? – Le preguntó- Maldita bastarda.
-          Sí… -dijo tristemente Amelia.
-          Se que podremos quitarle la máscara a tu hermana, pronto se sabrá como es la verdadera Eva que ahora todos adoran –dijo animándola.

Pasaron por su lado un par de chicas, un poco más pequeñas que ellas, la miraron de arriba abajo y emitieron un par de risitas burlonas.
Amelia agachó la mirada al suelo, sabía que iban dirigidas hacia ella. Sabía que estos días que venían no iban a ser nada fáciles.

-          ¡Eh vosotras! Menos risitas y más palabritas. Niñatas…-dijo Elena.

Ellas dos, aún reían con más intensidad, desaparecieron entre la muchedumbre del pasillo.
En el piso de abajo, donde estaba situada la clase de Eva y Amanda, aprovechaban al máximo el tiempo que les quedaba antes de iniciar la clase.

-          ¡No me lo puedo creer! Dios, que fuerte. ¿Enserio que te besó? –decía emocionada Amanda, casi gritando diciendo esas palabras.
Un par de mirones giraron sus cabezas hacía donde estaban ellas, enterada de la curiosidad de la gente que las rodeaban, le tapo la boca a Amanda con sus manos.

-          ¡Sshh! –pronunció Eva- aún no hay nada confirmado, no puede saber la gente nada. Si tía, me beso… y fue él quien se lanzó pero instantes después me rechazó. Luego ya… me dejó en casa, no me quiso dar explicaciones por qué se negó seguir besándome. Simplemente me dijo “Confía en mi” –imitando su voz- Y me dejó en el portal.
-          Oh, vaya. Lo que decía, mi primo puede ser muy… imprevisible –afirmó Amanda.
-          Imagínate si lo es, que me pensaba que no me quería ver más y ayer, cuando le distes mi tuenti me dijo que quería verme hoy para hablarlo.
-          ¿De verdad? ¿Habéis quedado hoy a la tarde? –preguntó Amanda.
-          No… hoy por la mañana, a las once menos cuarto.
-          ¿Te las vas a salar?
-          Sí, merecerá la pena.
-          ¿Pero que les vas a decir a tus padres cuando llamen a casa que has faltado a clase?
-          Tu entras en el plan, a las horas que falte les dices que en el patio me he ido por qué me encontraba mal y que sin falta yo mañana traeré el justificante de mis padres.
-          ¿Cómo lo vas a conseguir?
-          Se hacer la firma de mi padre con los ojos cerrados –y sonrió maléficamente.

Amelia notó como un objeto le rozó la manga de la sudadera, miró hacia atrás. Alicia se encontraba a un par de filas más atrás que Amelia, señalaba con su dedo al suelo y ella vio un papel doblado. Lo cogió en un abrir y cerrar de ojos, apurada de que Alfonso, el profesor de Historia, no se hubiera percatado de la situación.
Abrió el papel bajo su pupitre y empezó a leer:

“Hola Amelia ¿Cómo estás? ¿Cómo ha quedado el asunto? ¿Alguna novedad sobre el plan? Contéstame, por favor. Alicia.”

Amelia empezó a escribir.

“Hola, la verdad ha quedado muy mal el asunto. Mis padres me han castigado indefinidamente y han creído el testimonio de Eva. Sobre el plan, ninguna novedad por ahora, en el patio, si Aroa no está con Eva, se vendrá con nosotras y lo hablaremos las cuatro.”

Por suerte, Alfonso estaba escribiendo unos apuntes en la pizarra y aprovechó para pasarle el papel a Alicia.
Ella lo leyó rápidamente y le guiñó un ojo como aprobación de que lo había leído.
El transcurso de las horas pasó infinitamente lentas para Eva, deseando como nunca que las agujas del reloj colgado encima de la pizarra diesen las once menos cuarto. Movía las piernas con nerviosismo mientras mordía la tapa de su bolígrafo. Se miró en el espejo oculto dentro de su estuche y confirmó, de nuevo, que su maquillaje y su cabello estaban en perfecto estado. Apoyó su barbilla contra su mano, girándose hacía detrás, mirando si algo captase su atención para entretenerse. Todos y cada uno de los que formaban la clase de matemáticas, hacían de todo, menos lo que debían hacer. Carmen, así es como se llamaba la profesora, hacía todo lo que podía por captar la atención de sus alumnos, como cada día, fracasó en el intento.

-          Podéis  salir ya de clase – anunció Antonio, profesor de filosofía y tutor de la clase de segundo de bachiller. 

Todos se dirigieron hacia la puerta, como animales salvajes en plena estampida. Amelia se lo tomó con calma, esperando a que Elena recogiera sus cosas y dejarlas de nuevo en su mochila. Alicia, mientras tanto, estaba situada al lado de Amelia, esperando también.
Ambas tres se dirigieron al patio exterior, donde daba a la puerta del instituto. Tras traspasar una de las dos puertas rojizas que daban al patio, ágiles y silenciosas, avanzaban hasta llegar casi a la puerta de la salida, donde se situaron en una especie de banco de piedra, que formaba parte de un muro de baja altitud, donde arriba había un pequeño terreno que alumnos del centro cultivaban unas cuantas especies de vegetales.
Allí estaban resguardadas, bajo las pocas hojas que le quedaban al árbol situado enfrente de ellas, evitaban pasar los últimos cálidos rayos del sol. 

-          Entonces, si vemos que Aroa está sola, hablamos con ella ¿no? –dijo Alicia.
-          Exacto, supongamos y espero que acertemos, que ella ya sabe algo más sobre él –dedujo Elena.
-          Crucemos los dedos –dijo Amelia, con la mirada perdida.

Un fuerte estruendo, alteró el corazón de Amelia y la despertó de donde quisiese que su mente se encontrara instantes anteriores. Ese fuerte ruido provenía de un motor de algún vehículo. Alzó la mirada, buscando de donde provenía. Detrás de la puerta abierta del instituto, en la acera de enfrente se encontraba estacionada una moto. Su conductor apagó el motor, se desabrochó la chaqueta y la dejó en uno de los manillares. El de pronto, gira su cabeza hacia donde estaba Amelia, lentamente se quita el casco, sin desviar la mirada a ningún otro sitio, lo deja encima del sillín, y como un chico de cualquier anuncio de champús anti caspa, anti caída de pelo, o cualquier otro derivado, balancea la cabeza de lado a lado, finalmente la echa hacía atrás, todo esto con movimientos muy sensuales,  y por primera vez ve que realmente sus ojos posan junto con los de Amelia. Se frota durante unos segundos su pelo con los dedos, inclina la cabeza hacia delante, sus ojos se cierran levemente y sus cejas de inclinan hacia abajo. 

-          Está ahí –pronunció silenciosamente Amelia, aún conteniendo el aire que le había robado Alexander con tal exhibición.

Elena y Alicia siguieron la mirada de Amelia, y las dos supieron quien era. 

-          ¿Qué hace aquí él? –preguntó Elena.
-          ¿Querrá hablar contigo? –atrevió a decir Alicia.
-          Seguro que habrá venido a ver Eva, obviamente. Y no, lo último que desearía hacer sería hablar conmigo, ahora soy la enemiga de su novia, me odiará igual o más que mi hermana.
-          ¡No digas tonterías, si tu no le has hecho nada! –exclamó Elena.
-          Pero a Eva sí, según tiene entendido él.
-          ¿Y qué tiene eso que ver? –preguntó Alicia.
-          ¡Oh chicas! ¿No lo entendéis? Es el instinto básico, proteges a lo que quieres, el quiere a mi hermana, y nada ni nadie logrará hacerle daño. El habrá puesto una barrera contra mí –y echó un vistazo más hacía donde él se encontraba.
Aún seguía con la misma postura anterior, parecía que ni siquiera parpadeaba, parecía tan concentrado observándola.
Ellas dos se quedaron sin saber que decir.

-          Simplemente acércate de buen rollo hacia él, sin perder el control de la situación. Le explicas pausadamente lo que realmente ocurrió, recuérdale que él te vio un día antes con el vestido en el probador, y como podrá deducir, el vestido fue comprado en la tienda y no sacado del armario de Eva –dijo Elena.
-          Parece tan fácil… -y soltó un bufido.
-          Levántate, demuéstrale con qué clase de bicho está saliendo, verá que tu eres realmente sincera con él y vales más la pena –y Alicia soltó una risita tímida.

Elena abrió los ojos como dos platos pero no superaba los de Amelia, incluso aún más abiertos que los de la propia Elena.

-          Por favor, dime que no has querido deducir lo que yo he entendido ¡Por favor! –exclamó Amelia, apurada.
-          No me vas a decir que no es guapo ¿eh? –dijo observándolo. 

Un top model, diría yo, dijo para sus adentros Amelia.
Elena la empujó, haciendo avanzar unos metros más hacia el otro lado.

-          ¡Cállate que tu ya tienes novio, estás más que servida! –gritó Elena.
-          Alicia, por Dios, si tendrá mínimo veinte años. Además, me transmite… -dijo pensando qué decir- transmite desconfianza, frialdad…

Sonó el timbre que indicaba el inicio del primer patio. 

-          Ve hacia él y déjale las cosas bien claras –dijo Elena.
-          Ahora que lo pienso ¿No crees que sería un poco precipitado? Es decir, Eva podría aparecer en cualquier momento e interrumpir la conversación que ellos dos estuviesen teniendo. Dejando de nuevo a Amelia en mala posición, por que fácilmente puede ser enredado en las zarpas de Eva, metiéndole una vez más en la cabeza de Alexander nada más que mentiras y más mentiras. Yo opinó que debería hacerlo en otro momento, estando solo ellos dos.
-          ¿Y si no tuviera otra oportunidad nada más que esta? No debería desaprovecharla ¿No crees? –dijo Elena, poniéndose en su contra.
-          Elena, para eso estamos ideando el plan, para saber más cosas sobre él y poder localizarlo.

Amelia se dejo a sus amigas discutiendo, sabía que no tenía que perder más el tiempo escuchándolas, solo lo empeoraría. La decisión estaba hecha, no te quería arrepentirse de ella. Dando grandes zancadas, dirigiéndose a él, a tal velocidad, de que su mente no pudiese pensar hasta que no llegase a su meta, Alexander.

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