viernes, 17 de diciembre de 2010

Capítulo 12


-          ¿Qué Amelia ha hecho que? – dijo Ana atónita ante las palabras de Eva.

Ella, le había contando con pelos y señales su versión de los hechos, totalmente falsos, por cierto. Le había dando a entender a su madre que Amelia le cogió un repentino ataque de celos y no pudo controlarla mientras ella hacía pedazos su vestido. Luego lo negó delante de toda la multitud de la fiesta pero nadie la creyó, se pusieron de parte de Eva, como cabía esperar.

-          ….y luego le pedí que me diese su vestido ¡yo no podía ir así delante de toda esa gente! Pasé el peor rato de mi vida – y empezó a llorar de nuevo, a lágrima viva.

Su madre la rodeó con sus brazos y Eva respondió al abrazo. Detrás de ese mar de lágrimas, de falsas palabras, de hacerse la víctima de su propio crimen, Eva mostraba una amplia y sincera sonrisa de satisfacción, donde nadie la podía ver, entre los brazos de su madre. 

-          No puede ser… ¡AMELIA! –gritó Javier.

Amelia se despertó de repente, alguien la había llamado. Oía muchos pasos subir por las escaleras, ruidosos y escalofriantes. Le empezaron a temblar las manos, la cosa se iba a poner fea. Es un salto, salió de entre las sábanas de su cama. Sin saber qué hacer ni dónde ir, se paralizó delante de la puerta.
Javier la abrió fugazmente y en un instante se encontraban los tres delante de ella, esperando explicaciones.

-          ¿Es verdad que le has roto el vestido a tu hermana? –le preguntó Javier.

Amelia miró a su hermana, tenía los ojos humedecidos y rojos. Una mirada penetrante la invadió por completo. Sentía, una vez más, que sus piernas le fallaban, se tambaleó pero pudo aguantar el equilibrio.

-          ¡Yo… yo no he hecho nada! –le imploraba a sus padres.
-          Mentirosa –le acusó su hermana.
-          ¡Amelia, no te he hemos educado para que vayas diciendo mentiras, la verdad por delante, siempre! –le dijo su madre.
-          Solo digo la verdad, la pura y real verdad –dijo Amelia declarando- Es vuestra hija quien os come el coco y os hace creen las cosas que no son. Os manipula como hace con toda…. –y la interrumpió un manotazo en toda la mejilla.

Había sido Javier, su padre. Amelia pudo sentir como empezaba a hervir la zona golpeada, no sabía si le dolía más su mejilla o el corazón. Sin poder hacer nada más que llorar, largos sollozos inundaban la habitación. Reinaba el silencio. 

-          Nunca vuelvas a hablar así de tu hermana, nunca. ¿Lo has entendido? –le aclaró su padre.

Amelia asentó con la cabeza, aunque no fuese lo que verdaderamente quería decir.

-          Mama, de verdad, no sé cómo puede decir eso de mí… yo no lo hecho nada para merecer esto –añadió Eva, volviendo a su mar de lágrimas fingidas.
-          ¿Qué qué? ¡Ella misma se rompió el vestido delante de mí! –dijo teniendo la sensación de estar a punto de estallar.
-          ¿Cómo me voy a romper yo misma el vestido? ¿Estás loca o qué? –dijo, una vez más haciéndose la víctima delante de sus padres.
-          ¡Envidiosa! Lo que querías era tener mi vestido y lo conseguiste ¿Estás feliz ahora? –dijo, acercándose a ella, perdiendo el miedo a enfrentarse a su peor enemiga.
-          ¡Niñas! Separaos –chilló Ana, viéndolas como mutuamente estaban a punto de tirarse de los pelos- Pero Amelia, por favor ¿Cómo iba a querer tu vestido? Era de una oulet, Eva nunca se podría algo de esa clase de tiendas.

A Eva se le abrieron los ojos como dos platos ¿De una oulet? Se preguntó a sí misma. Oh, menos mal que lo sabía ahora, porque si lo llega a saber esa noche, no habría montado aquella escenita. Odiaba las oulets, le parecía de lo más cutre. Pero adoraba ese vestido, fuese de donde fuese…

-          ¡Tu estás castigada por romperle el vestido sin motivo y por mentirnos después negando lo que hiciste! –dijo Javier.

Amelia pudo observar como el rostro de Eva le cambió por completo. Se sentía satisfecha de la sentencia puesta por su padre. Le dedicó una pequeña sonrisa de apenas de un segundo de duración, tiempo suficiente para que Amelia la lograse ver. Le hervía la sangre bajo su piel, sentía como su corazón latía con más fuerza y sus manos se convertían en puños. Odiada profundamente a Eva con todas sus fuerzas existentes.

-          No hay nada más que decir –añadió su madre- nada de salir durante… ¡Durante tiempo indefinido! Te parecerá bonito lo que le has hecho a tu hermana, la monada de vestido que tenía.
-          ¿A que si, mamá? –le dijo Eva.
-          Te compraré otro, hija –dijo consolando a Eva.

Sobraban las palabras, ellos tres salieron de su habitación y dejaron a Amelia tendida en la alfombra del suelo de su habitación. Hubo un fuerte golpe, mejor dicho, hubo un fuerte portazo y juraría que habría sido Eva.
Estaba claro quién era la favorita. Encendió el ordenador, necesitaba desahogarse.
Tecleó blogger.com en su navegador de Internet, escribió su correo electrónico e introdujo la contraseña. Luego, le dio a crear nueva entrada y sus dedos empezaron a teclear solos:

Ojalá nunca hubiera llegado ese 3 de agosto de 1994, aparentemente, una preciosa criatura había nacido en el seno de una familia feliz queriendo dar todo su amor por la nueva alegría de la casa. Los primeros años fueron los mejores, la criatura solo sabía comer, llorar, dormir y hacer “popo”. Ya a su año y medio empezaba a dar sus primeros pasos, su hermana mayor, orgullosa de ella, hacía todo a su disposición para ayudarla a hacer ese gran paso, literal y metafóricamente. Siempre quería estar junto a ella, era lo que más quería. Con tan solo cuatro años, se sentía totalmente responsable de su hermana menor. Juntas jugaban, reían, a veces se enfadaban, pero nada por lo que preocuparse, iban juntas a parque, hojeaban cuentos imaginándose que ponían en ellos y otras actividades típicas de esas edades. A poco a poco, la pequeña de la casa empezaba a hacerse mayor como también lo hacía su hermana a la que tanto le gustaba cuidar de ella. Sus padres, por lo visto, apreciaban más a la pequeña e inofensiva niña de claros y azules ojos celestes. Por parte de la mayor, cada vez se sentía más apartada del seno de la familia. Ella estaba excluida de la mágica y feliz vida que ellos habían construido para ellos tres, solamente. La pequeña se convirtió en una niña mimada, egoísta y mal criada, aunque sus padres nunca lograron darse cuenta, el amor por ella les cegaba. Llegando hasta tal punto que se hizo el ama de casa, ella reinaba. Esa hermana mayor, a la que tanto quiso en su día, del cual era el juguete que tanto se divertía a su corta edad, al paso de los años, lo empezó a maltratar, a saborear el triunfo de sus malas acciones, a romperlo en mil añicos y volverlo a reconstruir para que siempre quedase siempre algún trozo del cual poder utilizar a su placer y volver a romperlo. ¿Quién ese juguete? Soy yo, y prácticamente os he contado la historia de mi vida. Maldigo ese día para el resto de mis días, en el que tuvo que nacer ese ser, si se le puede considerar persona humana.”

Eva se metió en el Tuenti. Tenía cuatro peticiones de amistad, doce comentarios, más de cincuenta etiquetas nuevas, treinta y cinco eventos y siete páginas nuevas. Lo primero que miró fueron las peticiones de amistad, un tal Pedro Pérez, le resultaba familiar su rostro, supuso que lo conoció en la fiesta, lo aceptó. Luego otras dos chicas más que también conoció esa noche, aceptadas las dos. Y por último, tenía una petición de amistad de un chico llamado Alexander….
Alguien le hablaba por el chat, miró a ver quién era.

Amanda: ¡Tía, he estado hablando con mi primo, me ha pedido tu tuenti y se lo he dado! No te importa ¿verdad?
Eva: Para nada, gracias. ¿Te ha dicho para que me quisiera agregar?
Amanda: Me ha dicho que quería hablar contigo ¡Cuéntame que pasó anoche! Os fuisteis muy pronto ¿no?

Eva le aceptó sin lugar a dudas. Cruzó los dedos mentalmente para que estuviese conectado en ese momento. Miró en el chat y “volia”, aparecía su nombre en el.

Eva: Está conectado ahora, hablaré con él a ver que quiere. Sí, el me trajo a casa muy pronto. Mañana te lo cuento todo ¿vale? Prefiero contártelo cara a cara.
Amanda: Dime al menos si os besasteis o no, por favor.
Eva: ¡SI! El mejor beso de mi vida, tía.
Amanda: ¡Genial!

Eva abrió una nueva ventana de conversación. Escribió “hola” pero lo borró inmediatamente. ¿No era él quien estaba interesado en hablarle? El tenía que empezar la conversación.
Mientras esperaba un saludo de Alexander, miró todos los comentarios que tenía.
Unos decían que el rato que estuvieron con ella fue genial, otros faltaban el respecto a Amelia, lo más bonito que le decían era egoísta. Otros le preguntaban quien era el chico que estaba todo el rato con ella. Se encargaría de contestarlos después de hablar con Alexander.
Eva estaba acostada en su cama, con la mirada fija en un punto de su pared y su mente a miles de kilómetros de su habitación. Escuchó el sonido del chat de cuando alguien te habla. Vio que era Alexander quien le hablaba.

Alexander: Hola Eva.
Eva: Hola.

Estaba que se mordía las uñas de los nervios ¿Qué le quería decir? Al ver que el no decía nada, Eva se aventuró.

Eva: Amanda que ha dicho que me querías decir algo.
Alexander: Sí, me preguntaba qué harías mañana por la mañana.
Eva: ¿Tu qué crees? Ir al insti, como todos. ¿Por qué lo dices?
Alexander: Nos ha quedado una charla pendiente.
Eva: ¿Solo una? Varias Alexander, varias…Me dejaste la palabra en la boca, marchándote así.
Alexander: Tenía prisa.
Eva: ¿Prisa a las doce y media de la noche? ¿Qué tenías que hacer a esas horas?
Alexander: Asuntos pendientes, no importa. Entonces ¿A qué hora te paso a recoger?
Eva: ¡Tengo insti, te lo he dicho antes!
Alexander: ¿Nunca te has salado ninguna clase? Venga, será divertido, estarás conmigo.
Eva: Si claro, si es igual de divertido que anoche, la llevo clara.
Alexander: Te prometo que no será como anoche ¿vale?

Eva lo meditó unos instantes, el tiempo suficiente para idear un plan.

Eva: Pásate a por mí a las once menos cuarto, es cuando empieza el primer patio.
Alexander: Vale, a las once menos cuarto en la Salle.
Eva: ¿Sabes al insti que voy?
Alexander: Se cosas sobre ti que tú no sabes.

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