lunes, 22 de noviembre de 2010

Capítulo 5

Marta terminó de probarse la ropa, seleccionó un par de camisetas y dos pares de vaqueros y todo lo demás que no le gustó lo dejó al lado de la dependienta para que ella lo volviera a poner en su sitio.

-          Cariño, ¿no está contigo Alexander? –le preguntó Roberto al ver Marta llegar hacía él.
-          No, no lo he visto –dijo ella.
-          Qué extraño… Ha ido a buscarte al tardar tanto.
-          Ese te habrá dicho eso pero se habrá largado de aquí, seguro –dijo con total firmeza Marta.

Amelia se quedó paralizada, siendo observada por un extraño. El la recorrió con la mirada de arriba a abajo. Sólo estaba vestida en ropa interior, con un conjunto de Hello Kitty.

-          ¿Quién eres tú? –dijo gritando Amelia.
-          Yo… me he equivocado, tú… no eres la persona a la que buscaba –dijo titubeando más de la mitad de las palabras.

Hubo una especie de chispa en la mirada de ellos dos. Quedaron unos instantes paralizados sin hacer nada más que observarse uno al otro. La mirada de Alexander ardía de deseo y hubiera dado lo que sea por tocar su fina piel de porcelana. Ella quedó hipnotizada por su mirada abrasadora de color azul celeste. Él era increíblemente guapo y fascinante. Su rostro parecía haber sido esculpido en granito. Sus rasgos como su cuerpo robaban el aliento a cualquiera.
Al cabo de unos segundos después, se cubrió su cuerpo casi desnudo con aquel vestido de Channel rojo sangre y corrió la cortina del vestidor. Sus mejillas ardían de vergüenza.

-          ¡Vete, pervertido! –dijo de nuevo gritando.
-          Lo siento chica Hello Kitty – susurró mientras en sus labios se iba dibujando una media sonrisa que dejaban a la vista un par de hoyuelos con forma de media luna en cada  una de sus mejillas.

Alexander se apresuró de salir de allí lo antes posible, deseaba saber qué le había ocurrido para haberse quedado pasmado durante unos segundos delante de aquella chica desconocida.
Vio de lejos a la parejita feliz y se acercó a ellos.

-          ¿Dónde estabas, tío? –le preguntó Roberto.
-          Buscado a tu querida, pero ya he visto que lo has hecho tú de mi parte –dijo mirándola.
-          ¿A qué vestidores te has ido tú que no  me has encontrado? –dijo Marta.
-          A los que te habías ido en un principio –dijo poniendo el mismo tono que había empleado ella.
-          Normal que no me encontraras, al final me fui a los del final de la tienda.
-          Ah, muchas gracias por avisar –dijo él asqueado de tener tal absurda conversación- ya que te he encontrado, toma toda tu ropa, estoy afuera, no aguanto más aquí –dijo mientras le daba todas las prendas que había sido obligado a sujetar.
-          No duraste ni media hora –opinó Roberto.
-          ¡Joder! Encima te quejas habiéndote acompañado, muy bien –dijo y puso punto final a la conversación largándose por la puerta principal.

Se fue a la cera de enfrente y se apoyó en el capote de uno de los coches. Observó toda la gente que salía para ver si veía de nuevo a aquella chica sin nombre, alias, Hello Kitty.
Transcurrieron un par de minutos cuando la vio de nuevo. Ella tenía la mirada fija en el suelo, su madre parloteaba acerca del vestido. Amelia no le prestaba mucha atención a su madre, ya que no podía parar de pensar lo que había ocurrido hacía unos minutos en aquel vestidor. Metió sus manos en los bolsillos de sus vaqueros y de pronto se le cayó el móvil. Se agachó a recogerlo y al echar la mirada hacia arriba, se encontró con unos ojos que le hacía que le diera un vuelco el corazón. Como si hubiere sido un auto-reflejo, sus mejillas empezaron a arder de nuevo, incluso más que la última vez.
Alexander, por su parte estaba como una estatua, con el cuerpo rígido y sin mostrar emoción alguna, pero observándola fijamente.
Tras un par de segundos observándolo, se puso de la misma postura que estaba antes, mirada agachada y hacer como si escuchaba a su madre.
“No me debo preocupar para nada, nunca veré de nuevo a ese chico” pensó Amelia, calmándose un poco.
Esa expresión de vergüenza, de sentirse cohibida por una mirada, le resultaba tan poco familiar, que no supo con que asociarla, pero sabía que la había visto antes en algún lugar.

Un día después, por la noche. Donde todo había empezado a perder el control.
Amelia se echó a correr detrás suya, aunque los zapatos de tacón de casi diez centímetros, le obligaron a ir más despacio para no tener la mala suerte de hacerse un esguince. Se encaminaba hacia donde la fiesta seguía su curso. La gente no pudo evitar girarse al ver totalmente descolocada a Eva. ¿Era ella? Preguntaba la gente reunida allí, en ese jardín. A medida que iba pasando entre la gente, se iban apartado para dejarle paso. Se formo una especie de pasillo, de punta a punta de donde se reunía el gentío hasta llegar a la barra, donde se paró Eva.
Amelia llegó unos segundos después, iba atrasando el paso hasta que echó raíces en el suelo, y de allí no se movió.
La música se fondo se había convertido en un susurro continuo de la gente.

-          Me ha roto el vestido… -dijo Eva entre falsos sollozos.

Ella estaba junto a Alexander, al final del pasillo que habían formado, al final de él, supuso que sería el culpable de que su vestido estuviera roto.
Amelia empezó a avanzar hacia ellos con la cabeza agachada e intentado no escuchar todos los abucheos que le estaban diciendo. Estaba dispuesta a darle cara, a dejar claro que ella no había sido. No estaba nada segura que el resultado fuese beneficioso para ella.
Alguien la empujó por la espalda con la intención de que cayese al suelo, haciendo que su mal momento fuera el peor de todos. Pero unos fuertes brazos la sujetaron para evitar tal accidente. Miró el rostro de su héroe y no daba crédito a lo que veían sus ojos.

-          La chica Hello Kitty –dijo él, aún más atónito que la propia Amelia.

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