domingo, 21 de noviembre de 2010

Capítulo 1

Amanda se abrió paso entre la gente para llegar hasta el centro de la pista, donde se concentraba el gentío. Eva se había negado a acceder a su plan miles de veces, pero no tubo más remedio que ir detrás de ella ya que la tenía cogida de la mano. Aunque se negase, tenía muchas ganas de bailar, de hacerse notar y que todo el mundo la mirase.
La gente se apartó para dejar espacio cuando ellas dos  empezaron a bailar. A Eva le gustó ser el centro de todo aquello, sentía un flujo de poder.
Eran puro espectáculo, Amanda  le cogía la cintura movían las caderas al unísono. Se sabían cada uno de los pasos, a pesar de que no los usaban desde hacía años. Estaban viviendo su momento de la noche.
Cuando la música dejo de sonar un silencio absoluto embargó la fiesta (lo he puesto porque usas en la siguiente oración un hubo y suena repetitivo). Y luego hubo un estallido de aplausos, cumplidos y silbidos.
Eva y Amanda recibieron vítores y cumplidos mientras se dirigían a la barra situada al lado de la piscina del jardín. No fueron pocas las invitaciones que recibieron.

-       Habéis estado perfectas –opinó Alexander apoyado en la barra, una mano tenía una copa y tenía la otra metida en el bolsillo del vaquero.
-       Poco habrás visto desde aquí –dijo Eva mientras jugueteaba con una de las cremalleras de su chaqueta de cuero.

El se acercó a ella hasta el punto de notar su aliento sobre su rostro.

-       Estaba entre la multitud, pero tú no me has visto.

Alexander acercó el rostro a su cuello hasta el punto en que sus labios lo rozaron suavemente.
Eva sintió como un escalofrío le recorría todo el cuerpo, hasta el límite en que le empezaron a temblar las rodillas.

-       Hueles a flores, me encanta su olor –dijo mientras la miraba de nuevo a los ojos.
-       Pues a mi me encantas tú.

Al otro lado de la fiesta estaba Amelia, la hermana de Eva. No sabía exactamente que hacía allí, ya que toda aquella la gran mayoría de gente que estaba en la fiesta le parecía lo peor del mundo. Había sido obligada a ir, por el simple hecho de que fue invitada y los modales educados van delante de todo. Su madre se interesó mucho en que fuera, ya que tenía ganas de ver por fin a su hija vestida formalmente. Llevaba puesto un vestido de Channel, de color rojo llamativo, le llegaba más arriba de las rodillas. El vestido era en forma de tubo, donde se podían destacar las sensuales curvas que ella solía esconder. Sin tirantes, era un escote en forma de V. Se sentía incómoda vestida así, porque nunca lo había hecho, se sentía como si estuviera desnuda.

-       ¡Amelia! ¿Eres tú? –dijo Aroa nada más verla, ella era la que había organizado la fiesta.
-       Si, soy Amelia, pero no me siento como tal.
-       ¡Estás estupenda! Es precioso el vestido, te sienta de maravilla.
-       Gracias –le dijo sonrojándose.
-       Aroa, nos vamos hacia la pista ¿vale? –le dijo Elena, cogiendo del brazo a Amelia para irse.
-       Por supuesto, pasadlo bien –y les dio dos besos a las dos.
-       Ese es el plan –fue lo último que dijo Elena cuando se fueron.

Fueron avanzando entre la gente, pasaron desapercibidas al no reconocerlas nadie. De repente, alguien chocó contra Amelia. Era Amanda, que iba hacia el interior de la casa.

-       ¿Amelia? –preguntó atónita al verla tan deslumbrante.
-       Eres la segunda persona que duda que soy yo –dijo Amelia.
-       Normal, es que no pareces tú –no podía parar de mirarla, cambiaba tanto de verla normal a así, tan estupenda.

Eva, aún seguía coqueteando con Alexander, los dos estaban muy cerca el uno del otro, de vez en cuando él la cogía de la cintura y le susurraba al oído. Eva estaba en la gloria, cada vez le gustaba más ese chico.
Como si alguien le hubiese susurrado al oído que se girase, se volvió y vio a una persona que era  parecida a su hermana; pero que estaba demasiado radiante para serlo. Se quedó petrificada al ver que el vestido que llevaba puesto, era el que tantas veces le había suplicado a su madre y que ella en todas las ocasiones se había negado comprárselo por ser escandalosamente caro. Y ahora lo llevaba puesto su “querida hermana”.

-       Imposible –dijo atónita Eva.
-       ¿Qué es imposible? –preguntó Alexander.
-       Que esa sea mi hermana –dijo ella posando sus ojos en su vestido.
-       ¿Quién? –dijo Alexander mirando entre la gente.
-       La de rojo –dijo Eva , era la única que destacaba tanto entre los demás.

Alexander la encontró enseguida, es verdad, dejaba atónita a la gente. Todo aquel que pasaba por su lado se giraba por segunda vez para reconocer esa belleza. Nadie parecía conocerla, ya que solo iba en compañía de otra chica más. Enseguida encontró el parecido con Eva, aunque a él le parecería mucho más bella la del vestido de rojo. Quedó hipnotizado, no podía apartar la mirada de ella.

-       Ahora vengo ¿vale? –le dijo y le dio dos besos muy cerca de las comisuras de los labios.
-       No tardes –y le guiñó un ojo.

Ella le ofreció una sonrisa y fue directa a su hermana.

-       Querida hermana –le dijo y la abrazó fuertemente.

Mientras Eva la abrazaba, Elena puso los ojos como platos. Y el rostro de Amelia parecía un mapa, no entendía la simpatía repentina de su hermana.

-       Hola –dijo titubeando Amelia.
-       ¿Me acompañas? Te tengo que decir una cosa –la cogió del brazo entrecruzándolo con el suyo.
-       Elena, enseguida vuelvo –dijo sin poder creer aún la situación.
Ellas dos nunca se habían llevado bien, eran dos personas totalmente distintas a pesar de ser hermanas.
Se dirigieron a la cocina, a la otra punta de la casa, donde nadie las molestaría.

-       ¿Qué querías? –preguntó dubitativa Amelia.
-       ¿Cómo se puede ser tan zorra? –la amenazó Eva.
-       ¿Qué dices? ¿A qué te refieres? –dijo y empezaron a temblarle las manos.
-       ¿Por qué llevas puesto mi vestido? –preguntó sin poder apartar la mirada de el deslumbrante vestido.
-       No es tu vestido, me lo compró mamá para mí.
-       Eso ya lo veremos.

El vestido de Eva era de una tela muy finita, así que era fácil que se rompiera “por accidente”.
Con todas sus fuerzas, se cogió la parte de abajo del vestido y se la desgarró hasta llegarle a la cintura. Se bajó la cremallera de detrás a media espalda y se lo descolocó de su sitio.
Miró furiosamente a su hermana, y echó a correr hacía afuera de la casa, donde se encontraba toda la gente.

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