martes, 23 de noviembre de 2010

Capítulo 9

-          Pero ¿cómo vas a entrar en contacto con él? –le preguntó Alicia.
-          No lo sé aún. Faltan muchas cosas por planear. Podríamos empezar con la que Alicia ha formulado –concluyó Amelia.
-          Yo podría enterarme qué lugares suele frecuentar Alexander, Eva me suele contar sus cosas –dijo Aroa.
-          Entonces ¿nos vas a ayudar? –le preguntó Amelia.
-          ¡Sí! Tienes razón, Eva se lo merece por todo el daño que ha hecho a los demás –dijo con tono vengativo, recordando tiempos pasados.
-          ¡Gracias! –dijo esperanzada Amelia y acto seguido fue a abrazarla.

Ella le respondió el abrazo, le dio un beso en la mejilla y sonrió. Elena también lo hacía, tenía muchas esperanzas de que el plan tuviera un buen resultado.

-          Perfecto, Aroa tú te encargaras de averiguar a qué sitios suele ir, bares, tiendas, centros comerciales, el barrio donde vive, cosas que nos conduzcan directamente a él.

Aroa asintió. El lunes tendría una larga conversación con Eva, intentaría por todos los medios posibles encontrar cualquier pista para seguir el rastro de Alexander.

-          Pero ¿cómo lo vas a hacer? Es decir, te vas a presentar delante de él y le vas a decir “Hola soy Amelia, la hermana de la guarra que te tiras, te quería decir que todo lo que te contó ese ser malvado es mentira, ese vestido me lo compré esa tarde que casi me desvirgas con la mirada, no sé si te dio tiempo a fijarte en él, pero lo tenía al lado mío. Eva se rompió su vestido por tener el mío, que por su punto de vista lo vio mejor que el mío. Y esa fue una de las miles de putadas que estoy destinada a vivir. Colorín colorado, este cuento se ha acabado” –dijo Elena.

Alicia no pudo aguantar la risa, aún así y todo se tapó la boca con la mano, pero sus carcajadas la delataron.

-          Visto así, suena ridículo… -añadió Daniel.

Amelia hizo una mueca de agotamiento. Tenían razón, no se podía presentar ante él y soltarle algo así. Se veía como una típica niña infantil harta de las bromas de su hermana y que iba a contar sus penas al primero que pasase. Verdad había en ello, era el juguete de uso y disfrute de Eva, con el cual hacía lo que le viniese en gana. Su pañuelo de lágrimas era Elena, verdadera amiga de Amelia. Se sentía tan manipulada y sobreexplotada, que hiciese lo que hiciese, Eva siempre se salía con la suya y lograba herirla. Eso iba a cambiar, de una manera tan radical y rápida que ni la misma Eva se iba a dar cuenta de la situación hasta que echara de menos a lo más importante de su vida en esos momentos, Alexander.

-          ¡Queda fatal! – Dijo Amelia- No lo diré con esas palabras, pero le transmitiré ese mensaje. Le demostraré que ese bicho con el que está saliendo, no es más que un saco decorado de mentiras y falsedad.

Alexander contempló el perfecto físico de Eva, con una tenue luz que provenía de una farola situada a unos cuantos metros de ellos. Sus ojos aún tenían ese brillo resplandeciente color azul ante la escasa visualización. El posó sus manos en las caderas de Eva y bajó lentamente su rostro hasta encontrarse con el de ella. Ella dibujó una leve sonrisa en sus labios y él fue directo a su cuello. Empezó con suaves besos alrededor de él, cada vez eran más intensos y de larga duración. Eva emitía pequeños gemidos de placer que a Alexander cada vez lo iban poniendo más a tono. Sin poder aguantarlo más, Eva le cogió el rostro a él y lo condujo directamente a sus labios. Él se resistió un segundo, sorprendido por el insospechado acto, pero luego la besó profundamente. Eva le rodeó el cuello con los brazos, enterrándole sus finos dedos en el cuero cabelludo. Ambos disfrutaron de ese beso plácidamente. Alexander tenía magia besando, tenía una perfecta técnica del beso y supo aprovecharlos en ese momento. Eva quedó hechizada por Alexander. Lo deseaba. Sintió una oleada de calor por todo su cuerpo. Entonces, él se apartó repentinamente de Eva, ella dejo escapar el aliento en una muda exhalación. No podía hablar ni mucho menos pensar. Alexander le cogió por las muñecas y la inmovilizó de nuevo. Ella aún podía saborear el olor que desprendía. Abrió los ojos, y la cara de Alexander estaba muy cerca de la suya.

-          Por hoy es bastante –dijo Alexander en un susurro.

Ella no supo qué decir, no se esperaba que Alexander terminase tan pronto. ¿No la deseaba? ¿Sólo fue un beso por probar? ¿Por saber qué se sentía y él resultado no le gustó? Se le cayó el mundo a los pies.

-          ¿He hecho algo que no te ha gustado? –preguntó indecisa Eva.

Alexander la miró unos instantes, luego desvió sus ojos hacia la casa de Aroa, frunció el ceño y de nuevo la miró.

-          No, todo lo contrario. Eso me asusta –decía mientras se ponía el casco de la moto- Venga, que te llevo.
-          ¿A dónde?
-          A tu casa –dijo con un tono seco.

Amelia había dado un salto tan grande que tropezó con Elena y estuvieron a punto de caer al suelo. Se mareó por unos instantes por tan brusco movimiento. Alexander la había visto espiándolos.  Amelia por casualidad se asomó a una de las ventanas de la habitación de Aroa, los vio… y no pudo resistir a la tentación de saber qué hacían. Y ahora Alexander tenía un motivo más para pensar aún más mal de ella. Genial.

-          ¿Qué ha pasado? –preguntó preocupada Elena.
-          Los observaba… Y él me ha visto.
-          ¿Quiénes? ¿Eva y Alexander? – adivinó Alicia.
-          Si, ellos… se estaban besando –dijo Amelia.
-          ¿¡Ya!? –dijo atónita Elena- Van directos al tema ¿eh?
-          Lo sé…

Alexander la dejó justamente delante de su portal. Ella tenía el rostro entristecido, se sentía insatisfecha. Con desgana, bajó de la moto y le dio el casco que le dejó, todo esto sin mirarle a la cara. Hizo ademán de dirigirse a la puerta sin decir nada, sin despedirse, pero él de repente le cogió por las muñecas, y la paralizó.

-          ¿Qué te asusta? –dijo Eva, recordando la conversación anterior.
-          Confía en mí.
-          ¿Cómo quieres que lo haga? Primero me besas, luego me rechazas y dices que tienes miedo y ahora me vienes con que confíe en ti.
-          Simplemente hazlo.

Se puso el casco de nuevo y puso en marcha la moto. Antes de que se fuera, Eva se puso delante de la moto para impedirle el paso.

-          ¿Cómo te puedes ir después de decirme eso? Así, sin más… Necesito una explicación.
-          No eras como esperaba que lo fueses, me has… sorprendido. No estoy acostumbrado a esa clase de sentimiento, bueno, directamente a ninguno –finalmente soltó un suspiro, incapaz de comprender como había sido capaz de sincerarse con alguien- El lunes te veo.

1 comentario:

  1. en este momento estoy leyendo esta historia me encanta es muy buena espero que amelia puede desenmascarar a su hermana y que alexander se de cuenta de quien es eva
    me encanta esta historia

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